IGNACIO ALONSO
Conviene echarle con frecuencia un vistazo al diccionario de la lengua para aclarar los conceptos que se manejan en la discusión pública y tienen diversas acepciones. Uno de los más manoseados de los últimos dos años es el término “confianza”. “Que si el país necesita confianza, que si el Gobierno no ofrece confianza, que sin confianza no vamos a ninguna parte”, etcétera.
La primera acepción de la palabra confianza, según el diccionario, es la “esperanza firme que se tiene de una persona o cosa”. Nada más y nada menos. Aviados vamos, entonces. Echar un vistazo a la clase dirigente del país es ponerse a llorar: un presidente que durante semanas y semanas se asentó en los mundos de “Yupi”, como aterrizado por accidente en una dura realidad que en su país de origen no se conocía.
Un primer espada de la oposición que responde a las siglas NSNC, nunca sabe, nunca contesta, que a un año y medio de las próximas elecciones y después de lo que ha caído aún no ha tenido arrestos para mostrar una alternativa gubernamental más allá de recitar principios que cualquier militante de cualquiera formación podría suscribir…
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